lunes, 8 de diciembre de 2008

La gran noche (I)


Había pasado más de una semana desde su último día de trabajo. Recortes de personal, le habían dicho, por la crisis. Pero eso, después de casi diez años de estar en la empresa, no había sido suficiente respuesta para ella.

Por esa razón, en estos diez días de vacaciones obligadas que tendría que haber pasado buscando un nuevo empleo, no hizo más que vaguear por su piso lamentándose de su mala suerte. Era joven, se decía a sí misma, y con sus estudios y su experiencia podría haber encontrado otra cosa. Pero a sus 38 años recién cumplidos no era momento de empezar de nuevo desde abajo, compitiendo con un montón de críos acabados de salir de la universidad que harían lo que fuera por una oportunidad. Sentía que su oportunidad ya había pasado.

Aquel día en concreto estaba más sola que nunca, pues su marido había tenido que ausentarse por un viaje de trabajo del todo inaplazable a pesar de las circunstancias, le había dicho. Así que, para mitigar su soledad, había decidido gozar de la compañía de una buena botella de vino. Aunque fueran las cinco de la tarde.

Después de unas cuantas copas, su visión del asunto había cambiado considerablemente: ¡no tenía que trabajar! ¡Estaba de vacaciones! Y eso no era algo que le sucediera a todo el mundo ni de forma tan imprevista… y, por lo tanto, había que celebrarlo por todo lo alto. Dedicó el resto de la tarde, entonces, y mientras apuraba una segunda botella de vino, a vestirse con el vestido más ceñido, escotado y corto que encontró en su armario y a maquillarse con esmero y con la dificultad añadida de su pulso incierto. Finalmente, tras aplicarse unas gotas de su mejor perfume en varios puntos estratégicos de su fisonomía, salió a la calle.

La oscuridad había comenzado a reinar hacía unas horas y el frío se hacía notar sobre sus piernas desnudas. Después de dar algunas vueltas sin saber adonde ir y con el presentimiento de que iba a tropezar de un momento a otro a causa de los afilados tacones, empezó a pensar que todo aquello no había sido una buena idea y que lo mejor era volver a casa y meterse bajo las sábanas. Pero en ese momento, unos silbidos a su izquierda la sacaron de su ensimismamiento. Miró hacia donde provenían para ver a un grupo de jóvenes que la miraban con descaro y comentaban a toda voz lo que harían con aquellas piernas si tuvieran oportunidad. Aquello le subió el ánimo inmediatamente y, descartando el volver a casa, se le ocurrió de repente el lugar hacia donde se dirigiría aquella noche.

Eran casi las once cuando llegó a su destino: uno de los clubes más caros y selectos de la ciudad, pues aquella celebración bien lo valía. No tardó en entrar, puesto que a aquellas horas el local estaba casi vacío, y se sentó en la barra exhibiendo de manera obscena una visión casi al completo de sus piernas desnudas. Acordándose de repente de su marido, se quitó la alianza sin ningún tipo de remordimiento y se la guardó en el bolso. Aquella noche iba a ser su Gran Noche.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta tu forma de describir,enseguida conectas con el personarje. Eso no es algo que me pase muy a menudo cuando leo >.<. Me han entrado ganas de saber más sobre el personaje!!!!!

Numb dijo...

Muchas gracias por el comentario :)

Espero que la segunda parte de la historia te ayude a resolver alguna de tus dudas ;)