viernes, 5 de septiembre de 2008

La habitación de los secretos (I)


No hay nada mejor que dejarse llevar por la lujuria descontrolada, sin tener en cuenta a nada ni a nadie, sólo buscando el mayor placer que te puede proporcionar la otra persona. No hay nada mejor que llegar al éxtasis sin nada que te frene; un aquí te pillo, aquí te mato sin compromiso ni deber alguno.

Por eso tenía que apartar mis ojos de los tuyos cada vez que me preguntabas si te quería y si estaríamos juntos para siempre.

En el fondo siempre lo supiste, que lo tuyo y lo mío no era más que sexo. Que por lo único que me interesé en ti fue para comprobar que no eras una puta psicópata que me degollaría cuando yo me negara a ir a conocer a tus padres. Que para lo único que te quería era para que me ayudaras a alcanzar el paraíso en cada uno de nuestros encuentros. Que el hecho de que te abrazara al final de cada polvo sólo era para que dejaras de darme la lata.

Pero no te lo tomes a mal; al fin y al cabo, hemos pasado muy buenos momentos juntos. Recuerdo aquella vez que nos lo montamos en la piscina municipal; cómo tu mano jugueteaba bajo el agua mientras todos los niños buceaban a nuestro alrededor embobados. Recuerdo tu preciosa carita enfurecida aquella vez en la que me acusabas de haberme acostado con tu vecina del cuarto, aquella pelirroja que, te lo puedo asegurar, se sabe el kamasutra de memoria.

Aunque no todo han sido buenos momentos en estos once meses de relaciones esporádicas. A veces te ponías jodidamente pesada, y decías que querías que hiciéramos algo más que estar todo el día en la cama, y que las parejas normales compartían aficiones y hacían cosas nuevas juntas. Yo te contestaba que mi única afición era follar, y que ya probaríamos nuevas posturas si eso era lo que tú querías. Y entonces tú te subías por las paredes; como si no supieras que lo que en realidad quería decirte era que tú y yo de pareja teníamos poco, y que como te pusieras tonta no ibas a verme más el pelo en tu miserable vida.

Ahora a veces pienso que tendría que habértelo dicho. No fue justo por tu parte espiarme mientras me tiraba a tu compañera de trabajo mientras se suponía que tú estabas acabando unos informes; no debiste comenzar a gritar como una posesa, diciendo que llamarías a tus hermanos para que me pegaran una paliza. Me los presentaste una vez, y no puedo negar que casi me cago en los pantalones cuando recordé el tamaño de sus espaldas.

No debiste hacer todo aquello, pero ahora ya es demasiado tarde. No te puedes quejar: por fin has podido echar un vistazo al cuarto de mi casa que siempre cierro con llave, ése al que tú llamabas La habitación de mis secretos. Y podrás seguir observando detenidamente cada uno de sus rincones, pues ése será tu hogar durante algún tiempo. Perdona que haya tenido que atarte y amordazarte, pero no me gustaría que los vecinos se molestaran por el ruido. Entiéndeme, ésta es una escalera tranquila.

Y no te preocupes, que la falta de movimiento no estropeará tu bonito trasero. Me encargaré personalmente de alimentarte con comida sana, tal como tú me atormentabas para que yo hiciera, y me ocuparé siempre que pueda de que ejercites tus músculos sobre la cómoda superficie de mi cama de agua. Por cierto, intenta no hacer mucho ruido si oyes la voz de tu ex-vecina del cuarto de vez en cuando, pues quiero proponerle el vernos más a menudo y no quiero que piense que tengo un cuarto lleno de ratas o algo así…

Bueno, nueva compañera de piso, ¿alguna pregunta?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

que susto!!!
es un relato exelente,pero muy terrorifico,y la verdad me esta pareciendo real...me imagino que no,cierto???

saludos...

Anónimo dijo...

me gusto tanto tu blog que lo voy a poner en mi lista de blogs favoritos...
si es que no te molesta...