domingo, 14 de septiembre de 2008

La habitación de los secretos (III)


No podía creer lo que veían mis ojos.

El interior de la habitación estaba completamente vacío a excepción de un bulto al fondo, del cual no podía vislumbrar nada más que su silueta a causa de la oscuridad que lo rodeaba. Palpé la pared a mi derecha en busca de un interruptor que no encontré, y por el rabillo del ojo me pareció notar que el bulto se movía casi imperceptiblemente. Encendí, entonces, la lámpara del pasillo para que proyectara algo de luz y fue en aquel momento cuando me di cuenta de que el bulto pertenecía al cuerpo de una persona.

Sintiéndome protagonista de una película de terror, me adentré lentamente en las tinieblas para cerciorarme de que lo que veía era real y no producto de mi imaginación. Estaba de espaldas a mí, hecho un ovillo en una esquina y no podía verle el rostro. Tan sólo era un amasijo de ropas sucias que desprendía el olor característico de quien no se ha duchado durante algún tiempo. Me pareció notar que tenía el pelo largo y, por la figura, intuí que era una chica.

Cuando la tuve a dos palmos de distancia me dispuse a decir algo, tocarla, cuando escuché la puerta principal abrirse y le oí llamarme desde la otra punta del piso. Justo en ese instante, ella se giró hacia mí y me miró como si yo fuera una aparición divina, y me imploró, apenas en un susurro, que saliera de allí y que cerrara la puerta con llave otra vez.

Hice lo que me dijo sin pensar en lo que estaba haciendo, sin darme tiempo a pensar tampoco en lo que acababa de ver y comprender verdaderamente el significado de todo aquello. Rápidamente, me guardé la llave en el bolsillo antes de que él apareciera por la otra punta del pasillo con una mirada inquieta y se acercara a darme un beso.

- ¿Qué haces aquí, pillina? ¿No sabes que no me gusta que husmees tanto? Ya te dije que desde que me mudé aquí no la he podido abrir, que no tengo la llave…

Le pedí disculpas y me excusé diciendo que me había parecido oír ruidos. Ratas, quizás. Él se rió de mi ocurrencia y me dijo que había sido muy mala y que aquella noche recibiría mi merecido castigo. Me rodeó la cintura con un brazo y me acercó a él, dándome un pellizco en un pezón mientras me observaba con esa mirada lasciva que siempre conseguía excitarme. Aquella tarde, en cambio, me provocó un escalofrío.

1 comentario:

Anónimo dijo...

guaaauuu...esto se pone cada vez mejor...
esta demasiado buena la historia...es terrorifica...
seguire leyeno cuando publiques el proximo capitulo...

saudo... :)