jueves, 18 de septiembre de 2008

La habitación de los secretos (Epílogo)


Me sentía culpable por haber disfrutado del sexo aquella noche. No entendía como había podido hacerlo, sabiendo que él tenía secuestrada a mi vecina del primero en la habitación de al lado. Pero no podía evitarlo: unos minutos antes, yo creía estar enamorada de él. Aunque él no fuera excesivamente cariñoso, amable, atento y demás atributos que todas buscamos en nuestro príncipe azul; aunque mi príncipe se pareciera tan poco a aquel tío. Pero suelen decir que el amor es ciego, y añadiéndole a eso el hecho de que él fuera una maravilla en la cama, queda todo explicado. Aún así, mientras lo escuchaba respirar a mi lado, no podía dejar de pensar en el rostro de aquella chica de la cual no sabía ni el nombre, sucio y atemorizado, surcado por las lágrimas mientras me pedía que la dejara allí encerrada de nuevo. ¿Y si yo era la siguiente?


Los escuché hacer el amor durante lo que me parecieron horas. No pude dejar de temblar durante todo ese tiempo. A pesar de lo que me había hecho, de lo que todavía me estaba haciendo, en el fondo de mi corazón todavía le quería, y no podía soportar oírle gemir en la cama con otra. También temblaba a causa del miedo. Ella me había visto y sabía que él me tenía encerrada. ¿Cómo podía estar follándoselo? ¿Y qué iba a pasar a partir de ahora? Quizás la estaba infravalorando; tal vez la idea había sido suya para quitarme de en medio, y el terror que leí en sus ojos cuando la miré era parte de una actuación estelar. Prefería no pensar en ello. Prefería no pensar en nada de nada.


Esperé a que se durmiera. Cuando su respiración se hizo profunda y regular, me levanté de la cama lo más sigilosamente que pude y salí de allí. Necesitaba pensar qué hacer a continuación. ¿Iba a dejar las cosas como estaban? ¿Iba a llamar a la policía? ¿Iba a enfrentarme a él y preguntarle que qué estaba pasando? La sola idea de volver a la cama y dormirme a su lado me aterrorizaba. Pensé en esperar al día siguiente, hacer las maletas y marcharme mientras él no estuviera… Pero entonces oí pasos aproximándose por el pasillo.


Poco tiempo después de dormirme, me desperté al notar que ella se levantaba y salía de la habitación a hurtadillas. Siempre he tenido el sueño ligero, qué se le va a hacer. Esperé un rato a que volviera, pues me estaban entrando ganas de tirármela otra vez antes de dejarme llevar por el sueño, pero estaba tardando demasiado. Me levanté a ver qué coño estaba haciendo, y me la encontré en la cocina. Tenía cara de asustada cuando me miró y rápidamente cogió un cuchillo enorme de un cajón. La muy puta.


Escuché ruido a lo lejos y me inquieté. Me costaba dormir por las noches, sabiendo que él estaba a pocos metros de mi lado, así que esperaba a que se fuera a trabajar para hacerlo. Antes, entraba bastante a menudo para violarme, pero hacía tiempo que había dejado de hacerlo. Desde que se vino aquí a vivir la otra, supongo. Pronto el ruido dejó paso a los gritos y poco después se hizo el silencio. Escruté la negrura a mi alrededor y esperé impaciente, todavía temblando. No tardé mucho en escuchar la llave hacer contacto con la cerradura de la puerta.


Abrí la puerta, todavía atemorizada por lo que acababa de ocurrir. Ella me esperaba casi en el umbral, sentada en el suelo, y noté cómo me miraba, muerta de miedo. Después dirigió su vista hacia mi pecho y mis manos, todavía cubiertas de sangre. Apenas podía andar, y la cogí del brazo para ayudarla. En lo único que pensaba era en salir de allí de una vez por todas. Al pasar por la cocina, no pude evitar mirar al interior. Ella siguió la dirección de mi mirada y lo vio, tirado en el suelo sobre un charco de sangre que casi llegaba hasta nuestros pies. Fue entonces cuando, de repente, sentí como me empujaba fuertemente. La miré confusa mientras caía, y ella se abalanzó sobre mí con una furia que me hizo olvidar que había aterrizado sobre el cuerpo sin vida de mi novio.


Cuando lo vi tirado en el suelo, me pareció que algo dentro de mí iba a estallar. La empujé con todas mis fuerzas y ella resbaló con la sangre que cubría prácticamente todo el suelo. Me tiré sobre ella y le pegué con toda la rabia que había mantenido encerrada en mi interior durante las últimas semanas. Después, sin pensar en lo que estaba haciendo, cogí el cuchillo que todavía estaba insertado en su pecho y se lo clavé a ella una vez tras otra, hasta que cesaron los gritos y me sentí desfallecer. Antes de perder la conciencia, sonreí para mis adentros, satisfecha, pues acababa de cargarme a la zorra que había asesinado a mi novio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

estoy paralizada!!!...literalmente...
te felicito,has hecho un relato mas que buenisimo,exelente,perfecto...

me encanto la historia,las escenas escalofriantes,la forma de narrar,las versiones de los tres personajes,el final tan inesperado y...(no tengo palabras)...tan extrañamente genial...

estoy tan impactada que creo que voy a dedicarle un articulo en mi blog...
espero me vuelvas a deleitar con un relato tan magnifico como este,ten por seguro que volvere por aqui...
besos... :)