domingo, 15 de julio de 2007

Esa canción

Esta noche me siento como solía sentirme mucho tiempo atrás. Esta noche, mi mente y mi cuerpo han decidido ignorar el lazo que los une, e intercambiarlo por un nudo en el que se mezclan rencor y saña. Ella le culpa a él: una canción, ondas sonoras emitidas de forma periódica por un altavoz cualquiera, que han entrado a su oído interno, provocando la alteración de algunas células sensoriales que, a su vez, han activado ciertos neurotransmisores que han hecho que, en ella, acudieran pensamientos que ya creía haber olvidado, y se desatara el torbellino. Él la culpa a ella: ha pasado mucho tiempo, tendría que haberlo superado, él no es culpable de que ella conservara aquellos pensamientos y, en concreto, que los asociara con aquella canción...

En el fondo, ellos saben que eso tan sólo son nimiedades. Lo importante es que ella ha recordado. Y eso ya no se puede parar. Porque ahora él se siente controlado por todas las sensaciones que ella experimenta, y siente miedo: sabe que ella quiere hacerle daño. Sabe que ella recuerda que la cuchilla está guardada al fondo de la cajita de madera, y teme que ella le obligue a repasar las marcas que aún conserva en el interior de su muñeca izquierda. Sabe que ella no necesita el estímulo de la nicotina, pero que es capaz de obligarle a encender un cigarrillo, y hacérselo apagar sobre su piel desnuda.

Él tiene miedo, y por eso escribe. Porque sabe que si se detiene un solo instante, ella le hará recorrer el piso entero para destrozar todos los espejos con los puños: porque ella no quiere ver su dolor resbalando por mi cara en forma de lágrimas; porque ella quiere destrozarle a él y, aunque sabe que eso le dolerá también a ella, le da igual, ya que el dolor que él le pueda causar siempre será inferior al dolor que le causan los recuerdos...

Y por eso escribo, porque temo separar demasiado tiempo los dedos de estas teclas grisáceas ya por el paso de los años, y que ese tiempo sea suficiente para que mis manos rebusquen en la cajita de madera y encuentren la cuchilla que debí tirar mucho tiempo atrás, pero que todavía sigue ahí, envuelta en papel de fumar, con el recuerdo de mi sangre caliente sobre su filo. Porque temo quemarme a propósito con la ceniza de un cigarrillo; porque temo romper los espejos con los puños y clavarme pequeñas agujas de cristal que destrocen mis tendones.

... Y todo, por escuchar esa canción.

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