miércoles, 25 de julio de 2007

Alicia en el jardín de las maravillas (II)

Alicia siguió a aquel hombre durante lo que le parecieron horas. Aquel jardín parecía no tener fin y, a medida que se internaban en él, la vegetación se hacía cada vez más espesa, hasta que llegó un momento en el que no se podía ver más allá de los árboles que bordeaban el camino.

De repente, en un lugar que a Alicia le parecía idéntico a todos por los que había pasado anteriormente, el viejo se detuvo y le dijo a Alicia que esperase allí, para después desaparecer entre la maleza. Alicia no sabía qué pensar, y empezaba a arrepentirse de haber entrado en aquel lugar cuando oyó unos pasos a su espalda. Se giró a tiempo para ver como una mujer salía de entre los setos, y Alicia se sonrojó tan sólo al mirarla: era la mujer más bella que había visto en su vida. De pelo oscuro, piel clara, ojos grandes y profundos, labios rojos y sensuales... Observándola, Alicia pensó, como le había pasado con aquel hombre, que su rostro le recordaba a alguien, pero no acertó a averiguar a quien. Alicia la contempló sin saber qué hacer, mientras la misteriosa mujer la miraba a su vez. Entonces, Alicia sintió otro de aquellos impulsos incontrolados, y se acercó a la mujer, de la que apenas le separaban unos metros, y la besó.

La besó fuertemente en los labios, y sintió como éstos le devolvían el beso. La besó y la cogió por la cintura, apretando su cuerpo contra el de ella. La besó y, cuando sus lenguas se rozaron, sintió un escalofrío que le recorrió la espalda, que le erizó el vello del cuerpo, que le endureció los pezones, que le humedeció el sexo. Y fue entonces cuando, confundida, se dio cuenta de que nunca antes se había sentido atraída por ninguna mujer, y se preguntó qué debía hacer a continuación. Como respondiendo a aquella pregunta, notó un extraño bulto y, al bajar la vista, vio que la misteriosa mujer sacaba de sus pantalones un descomunal pene. Aquello costaba de creer, y Alicia miró estupefacta a la mujer-hombre que le sonreía dulcemente. Entonces, Alicia pensó que la situación ya era lo bastante extraña como para preocuparse por tonterías, y se dejó llevar...

Cuerpo contra cuerpo, en una mezcla de sudores y otros fluidos, Alicia sentía el aliento de la mujer-hombre en su cuello mientras ésta le embestía con fuerza. Alicia clavó sus uñas en la espalda de la bella hermafrodita pero ésta no pareció notarlo; Alicia orgasmó no una, sino dos veces, y cuando acabaron, Alicia estaba en un estado de extenuación tal que quedó profundamente dormida.

Al despertar unas horas después, el sol brillaba en lo alto del cielo, y Alicia pensó que aquel extraño lugar era atemporal. Nuevamente se encontraba sola, así que se levantó y vio su ropa perfectamente doblada y limpia en el suelo, así que la cogió y comenzó a vestirse. Cuando estaba acabando, notó que el viejo estaba unos metros más adelante, mirándola sonriente. Sin decir una palabra, ambos continuaron su viaje por el sinuoso sendero.

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