viernes, 7 de diciembre de 2007

¿Prototipo?

Tenía la vida que cualquier persona hubiera deseado: una pareja encantadora, unos hijos maravillosos, una carrera de éxito. Salud, dinero y amor: aquello que todos ansiamos tener, en mayor o menor medida, a lo largo de nuestra existencia.

Siempre había sido una persona optimista. Como todo el mundo, había sufrido muchos altibajos por unas causas o por otras y, aunque la suerte le había acompañado en muchas ocasiones, muchas otras había tenido que superar duros obstáculos para poder volver al camino adecuado.

Y eso lo había conseguido gracias a que era una persona luchadora. Desde su más tierna infancia, sus padres le habían inculcado la voluntad de perseguir sus sueños y alcanzar sus metas, por muy difícil que fuera el camino. También le habían enseñado a ser realista y no proponerse objetivos imposibles de conseguir, y esos eran valores por los que se esforzaba para que sus propios hijos asimilaran.

Era una persona agradable con todo el mundo; con un gran sentido común, siempre sabía adecuar su conducta ante cada una de las situaciones que se le presentaban. Era la clase de persona que todos deseamos tener como amigo, compañero de trabajo, de vecino; que no llama la atención pero cuya presencia es indispensable.

Y era consciente de ello. Como consecuencia, volcaba todos sus esfuerzos por seguir así, por no defraudar a toda la gente que le apreciaba y respetaba. Su vida, desde que se levantaba cada mañana hasta que se acostaba por las noches, era un afán por mantener aquel nivel de perfección que le caracterizaba y que le hacía sentirse una persona realizada en la vida.

Se esforzaba tanto por hacer felices a los demás que, al final, se olvidó de serlo.

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