viernes, 21 de diciembre de 2007

Invierno

Llegaba el invierno, pero a él no le importó; siguió levantándose temprano por la mañana, y como cada día, pagaba su billete de tren y se sentaba en el mismo banco de la estación, esperando a alguien que nunca llegaría.

El viento helado procedente del norte nos hacía encogernos bajo nuestros abrigos y bufandas, mientras caminábamos deprisa para así poder llegar lo antes posible a nuestro lugar de destino y huir de aquel tiempo infernal. Entretanto, él seguía ahí sentado, inmóvil y casi sin pestañear, pendiente de toda la gente que salía de los trenes que llegaban a la vieja estación.

Nadie sabía qué o a quién esperaba. Lo cierto es que todo el mundo lo trataba como un pobre viejo chiflado al que su familia había abandonado a su suerte, dejándolo vagar sin rumbo hasta el fin de sus días. Pero una simple mirada en aquellos ojos ya casi apagados revelaba que, aunque los años habían hecho mella en su cuerpo, su mente seguía joven y se hallaba estancada en una época muy lejana en el tiempo...

Quizás todavía esperaba a aquella novia que iba a venir desde el pueblo a visitarle, pero a la que sus padres encerraron en casa para que no viera al pobre desgraciado que nada podría ofrecerle. Quizás esperaba a aquellos hijos que habían marchado a vivir lejos en la búsqueda de un futuro mejor y de los que nunca había vuelto a tener noticia.

Nada podría apartarle de su rutina durante aquel largo invierno... salvo la fría muerte.

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