viernes, 2 de noviembre de 2007

Una triste realidad

Tranquila, no llores; ya ha pasado todo. Estás completamente sola; ya nadie puede hacerte daño. Relaja tus músculos agarrotados; intenta controlar los fuertes temblores que sacuden todo tu cuerpo. No tengas miedo.

Ya puedes salir de tu escondite; estás segura. Una ducha te vendrá bien: el chorro de agua caliente calmará tus nervios y borrará de tu piel la sangre reseca. Nada puedes hacer con los hematomas, pero no te preocupes: el tiempo los eliminará. Aunque ojalá el tiempo borrara también algunos recuerdos...

¿Estás mejor ahora? Sé que aún tienes miedo, pero ahora es el momento de superarlo. Este es el momento de ser más fuerte que nunca e intentar recuperar la felicidad que te ha sido durante tanto tiempo denegada. Tienes el apoyo de mucha gente que te quiere; quizás estés sola ahí, en ese piso, pero no en el mundo. El cariño lo cura todo, dicen, y tú tienes mucho cariño para dar. Como aquel que ya diste hace tiempo, pero que te fue devuelto a golpes.

Pero ahora todo es diferente: él ya no puede hacerte daño. Al menos, no un daño físico, porque en tu mente siempre guardarás el trato que recibiste durante tantos años por parte de aquella persona a la que entregaste tu corazón y tu vida. Y, cada vez que recuerdes, tu cuerpo comenzará a temblar, y un sudor frío recorrerá tu espalda, y te paralizará el miedo... Pero ya no debes temerle nunca más. Aunque todavía le temas, y no puedas evitar que tus ojos ya vacíos de lágrimas hagan un esfuerzo por llorar, mientras lo ves inmóvil y envuelto en un charco de sangre. Porque le querías; aún le quieres... Sé que no te agrada el modo en el que han acabado las cosas pero, ¿qué podías hacer?

Un poeta dijo una vez: “Vivir no es sólo existir, / sino existir y crear, / saber gozar y sufrir / y no dormir sin soñar”. Quizás ahora sea tu turno de descubrirlo.

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