martes, 6 de noviembre de 2007

Dulce sueño de otoño

Hace unos días soñé contigo.

Hacíamos el amor mientras caían sobre nuestras cabezas las pequeñas hojas amarillentas de un sauce, bajo el cual estábamos tumbados. A nuestros pies, se extendía un lago enorme de aguas
cristalinas, y nos rodeaba un paisaje de un verde de ensueño.

Colocado encima mío, notaba el calor proveniente de tu cuerpo y del mío propio, contrarrestado por la hierba mojada que me humedecía la espalda y las nalgas. El día estaba algo nublado, y parecía que en cualquier momento la lluvia empezaría a caer sobre nuestras cabezas.

Es triste admitirlo, pero creo que fue uno de los mejores polvos de mi vida. Fue algo convencional, nada que no hubiéramos hecho antes, pero supongo que fueron los pequeños detalles... Ya sabes, esos que realmente dan sentido a nuestra existencia. La mirada de uno sobre los ojos del otro, las respiraciones acompasadas, el aire caliente de tu aliento sobre el mío... Puede que también influyera el hecho de hacerlo allí, arriesgándonos a ser vistos en cualquier momento y, sobretodo, en aquel panorama novelístico, como Adán y Eva bajo su Manzano... Lo único que sé es que todas las células de mi cuerpo estaban paralizadas, concentradas única y exclusivamente en lo que estaba pasando allí, entre tú y yo; sintiéndote dentro de mí como si en realidad fuéramos uno solo, como si la vida fueran sólo esos minutos de placer y, el resto, no valiese la pena.

Cuando desperté, no sabía con certeza si realmente había soñado todo aquello, o si tan sólo era un dulce recuerdo que tenía guardado en el fondo de mi memoria. En ese momento, no alcanzaba a comprender qué era lo que había pasado entre nosotros para acabar de aquella manera; incluso llegué a preguntarme que de quién había sido la culpa. Después, recobré la razón y vino a mi cabeza lo que ambos supimos mucho antes de que todo acabara, antes incluso de empezar a discutir casi constantemente y de perder aquella pasión que unas semanas antes parecía inundarnos por completo.

Ahora sólo sé que, desde aquella bochornosa mañana de otoño en la que el timbre del despertador puso fin a nuestras placenteras aventuras nocturnas, pienso en ti todas las noches con la esperanza de volver a sentir una vez más todo aquello que nos hacía únicos e inigualables.

No hay comentarios: