lunes, 21 de julio de 2008

Impotencia


Porque me entran ganas de gritar cuando mi vecino pone la música a tope un domingo a las 8 de la mañana.

Porque me entran ganas de gritar cuando la persona que menos lo merece recibe todo lo que quiere.

Porque me entran ganas de gritar cuando me duele la cabeza de escuchar tus tonterías, y tú ni tan siquiera te has preocupado en si estoy bien o en si hay algo que me apetezca contarte.

Porque me entran ganas de gritar cuando dices chorradas para hacerme reír, justo después de haberme ignorado por completo.

Porque me entran ganas de gritar cuando veo que un niño de cuatro años prefiere estar con una completa desconocida antes que con su madre.

Porque me entran ganas de gritar cuando encuentran el cuerpo semi-descompuesto de una niña de cinco años asesinada.

Porque me entran ganas de gritar cuando desaparecen niños de tres años y, meses después y sin haber descubierto nada, deciden guardar el caso en un cajón para que todo el mundo se olvide.

Porque me entran ganas de gritar cuando miles de niños mueren cada día de hambre, de sida o de malaria; cuando miles de niñas son cada día prostituidas o obligadas a casarse con un extraño por parte de sus propios padres; cuando miles de niños son cada día abandonados, maltratados, asesinados.

Pero la mayoría de las veces, en lugar de gritar, siempre acabo cerrando los ojos e intentando pensar en otra cosa.

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