viernes, 12 de octubre de 2007

Paranoia nocturna

La embriaguez nublaba mis sentidos.

Me sentía ligera y libre, como una pluma que asciende en el aire impulsada por el viento. Como una nube que se dispersa en la noche, iluminada por estrellas que murieron miles de años atrás.

El latido de mi corazón era pausado; mi respiración, tranquila. En aquellos hermosos instantes, todo en la vida me parecía maravilloso. Porque la embriaguez nos puede hacer sentir los más felices del mundo... o, a veces, los más desdichados.

No había nada que pudiera estropear ese momento; mi existencia se concentraba en todo lo que había en aquella habitación que daba vueltas a mi alrededor. Mientras el alcohol corriese por mis venas, nada ni nadie podía hacerme daño.

... Porque la embriaguez era como una barrera infranqueable que, al menos por unas horas, te mantenía alejado de mi pensamiento.

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