viernes, 21 de septiembre de 2007

Y así va el mundo...

El otoño se adentraba lenta pero inexorablemente entre los grises y sucios edificios de la ciudad. No se podía notar en el clima, todavía cálido y bochornoso, ni tampoco en la naturaleza que, desorientada por el progresivo aumento de las temperaturas, se atrasaba en amarillear las hojas de los árboles. Sí se podía notar en la actitud de los anónimos ocupantes de aquella ciudad: de nuevo llegaba el estrés, la despedida de las vacaciones (por parte de aquellos bienaventurados que habían podido tenerlas) y el volver a empezar que tantas bajas por depresión causa en los tiempos que corren.

María se despertó una de aquellas mañanas, acalorada y sudorosa, y luchó durante unos segundos con el intenso deseo de volver a dormirse. Finalmente, se duchó, vistió y, después de desayunar, salió a la calle, donde fue bienvenida por una bocanada de aire caliente cargado de dióxido de carbono. Apenas hacía unos minutos que había amanecido... El amanecer: el peor momento del día; sobrecogedora belleza que ocultaba el principio de una nueva jornada, exactamente igual al anterior.

No es que María fuera desafortunada precisamente, si dentro de los límites de la fortuna se puede incluir el haber abandonado el domicilio paterno cerca de los 30 y tener un trabajo que apenas le daba para pagar la exorbitante cifra que le pedían por alquilar un ático de 40 m2. Pero María no podía quejarse: sabía que muchos otros estaban en una situación bastante peor. Así era la vida en uno de los países más ricos del mundo.

Pero así estaban las cosas; María tendría que seguir luchando por madrugar cada mañana e ir a un trabajo (que, al menos, se relacionaba ligeramente con aquello que había estudiado) durante otros 30 años, si las cosas no empeoraban, para poder mantener una vida mínimamente digna.

Y, mientras tanto, alrededor de 800 personas de entre las 6.500 millones que habitan el planeta tienen más de 1000 millones de dólares en sus cuentas bancarias.

Y, mientras tanto, alrededor de 1000 millones de personas viven en la extrema pobreza; es decir, con menos de 1 dólar al día.

Pero el otoño seguirá avanzando igual, en algunos lugares antes y en otros después, como recordándonos que, por mucho que nos esforcemos en destrozar todo aquello que está a nuestro paso, hay cosas que perduran.

... Todavía.

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