viernes, 11 de abril de 2008

Despedida


Cuando le oí gritar mi nombre en medio de la noche, justo cuando me disponía a subir al autobús que me llevaría a casa, mi corazón dio un vuelco.

- ¡María Amparooo!!!!

A lo lejos le vi avanzar con paso firme hacia donde yo me encontraba. Hacía tan sólo unos minutos que nos habíamos despedido en la puerta de aquel bar, pero no pude evitar lanzar un suspiro de admiración a su fabuloso atractivo. Llevaba el pelo alborotado por el viento, y aún a la distancia a la que estábamos pude apreciar la inusual belleza de sus ojos bicolor.

Imaginé que, cuando se hubiera acercado lo suficiente, me diría lo tonto que era; lo bien que se lo había pasado y lo estúpido que había sido al permitir que una noche como aquella se estropeara por una nimiedad. Que era la chica más bonita de todo el bar y que no había podido apartar la mirada de mí un solo instante.

Y después los dos nos quedaríamos en silencio, con la vista clavada en nuestros ojos, y poco a poco nos iríamos acercando. Y yo le diría que también lo había pasado muy bien y que todavía quedaba una forma de arreglar la noche. Me acercaría tímidamente y él lo haría también y, entonces, sus labios rozarían los míos…

- Te has dejado la bufanda – dijo, alargándomela, cuando hubo llegado a mi altura.
- Emm, gracias – acerté a articular yo.

Me miró con cara extraña y se volvió a despedir de mí con un bueno, ya nos veremos.

Dolida y avergonzada por mi mente fantasiosa, me giré hacia la parada del autobús y recordé con pesar que lo había perdido. Entonces miré el reloj y comprobé lo que ya me temía: que ése había sido el último. Así que me coloqué la maldita bufanda y me subí la cremallera del abrigo, pues haría frío de camino a casa.

No hay comentarios: