sábado, 8 de marzo de 2008

Al día siguiente (II)


El sonido de las olas yendo y viniendo hasta la playa logró relajarla poco a poco. El mareo había ido disminuyendo y ahora podía disfrutar de su paseo, sintiendo el viento en la cara y el suave roce de la arena en sus pies. Ya casi había olvidado el suceso de la tortuga sin coraza y el hecho de haber despertado una mañana en una playa desconocida absolutamente sola y con las bragas bajadas.

Había intentado recordar algo de la noche anterior, pero sólo tenía pequeños flashes. Su llegada a una fiesta en la que no conocía prácticamente a nadie, el beber para desinhibirse un poco y por no rechazar a los amables chicos que le ofrecían una copa, risas… Porque, después de todo, en eso consistían unas vacaciones. Y más aún cuando esas vacaciones consistían en una escapada a un lugar paradisíaco, dejando atrás el frío invierno de una ciudad atestada de humo y de gente pendiente de unas elecciones que nada iban a cambiar el penoso estado en el que estaba el país. En fin, el plan perfecto… Si no fuera por su situación actual.

Su paseo se interrumpió cuando llegó a la pared rocosa. Como había visto desde lejos, su forma haría más fácil la escalada, pero se le había olvidado algo: no tenía zapatos. ¿Dónde estaban? No tenía la más remota idea, pero el caso es que se había despertado sin ellos y no los había visto en ninguna parte. Quizás las olas los habían arrastrado hasta el mar, aunque no podía saberlo con certeza. Examinó las rocas detenidamente y pensó que, aunque el ascenso podía ser algo doloroso, no podía quedarse allí plantada toda la vida. Así que empezó a subir.

Lo primero en que pensó cuando puso un pie en suelo llano fue en que se moría de ganas de una ducha. Pero como aquello no estaba en aquel momento a su alcance, optó por mirar a su alrededor. Se encontraba en una especie de mirador cercano a una carretera totalmente desierta. El lugar le sonó vagamente, pero la verdad es que era parecido a cualquier otro paraje de la zona. Consideró el seguir la carretera para ver si lograba llegar a algún sitio, pero recordó lo estrechas y accidentadas que eran, y pensó que lo más probable era que algún coche se la llevara por delante. Por el momento, decidió descansar un poco y esperar.

Se sentó de manera que tuviera una buena visibilidad de una larga distancia a ambos sentidos de la carretera para poder avistar si pasaba algún coche y tener tiempo de acercarse a hacerle señales. Se miró los pies: tenía algunos cortes que sangraban y le escocían de la sal adherida a las rocas, pero eso no era lo que más le preocupaba: estaba perdida en medio de la nada, en un lugar donde nadie la conocía y sin móvil ni DNI… Porque, ahora que lo pensaba, ¿dónde podría estar su bolso? Estaba empezando a pensar seriamente que la habían emborrachado, robado y dejado allí tirada, y miró de nuevo hacia el lugar donde había despertado con la esperanza de ver algún indicio. Pero el sol la deslumbró; un sol que comenzaba a aparecer en la línea del horizonte.

Parpadeó varias veces, tratando de acostumbrarse a la luz, y pensó que aquello era imposible. ¿Cómo podía el sol estar saliendo en aquel momento, si hacía como mínimo una hora que había comenzado a salir? Cuando al fin pudo ver con más claridad, se fijó en que había algo en el lugar donde había despertado. Desde lo alto del acantilado, comenzó a deshacer el camino, tratando de averiguar qué era lo que había allí y que estaba segura que antes no estaba. Era algo demasiado grande como para pasar desapercibido. Pronto distinguió una figura humana tumbada en la arena, tal como ella había estado momentos antes. Aceleró el paso; los pies habían dejado de dolerle. Era una persona tumbada boca abajo, mirando en dirección contraria a donde estaba ella. Parecía una chica. Llevaba un vestido claro bastante corto. Entonces se miró, y vio que su vestido era muy parecido. Demasiado. Tenía el pelo castaño claro, de un color idéntico al suyo. Y ahora que se fijaba, tenía algo blanco en sus piernas, a la altura de las rodillas.

Justo antes de que pudiera asimilar que era su cuerpo sin vida el que yacía allí abajo, desde lo alto del acantilado su alma se desintegró y se fundió con el resto del paisaje.

No hay comentarios: