
Amanda no podía creer lo que le estaba pasando. Tan sólo habían sido imaginaciones suyas. Sí, eso mismo, un episodio de enajenación mental transitoria sin importancia. Había trabajado mucho los últimos días. Tenía los nervios a flor de piel. Era normal que viese cosas que no existían, ¿verdad?
Aún así, necesitaba unos segundos para serenarse. O tal vez minutos, pensó tras apoyar su mano contra la pared al notar que se mareaba. ¿Cómo podía ser posible? ¿Qué había hecho ella para merecer aquello? Pero no, no era real. Ya habíamos decidido que había sido un instante de obnubilación… Tenía la vista cansada a aquellas horas de la tarde, y hacía algún tiempo que venía pensando en hacer una visita al oculista pues veía algo borroso a partir de ciertas distancias.
Sí, era eso, rió Amanda para sus adentros, ¡cómo no haberlo pensado! Así que, como para comprobar la veracidad de su teoría, se acercó con paso seguro a la ventana y dirigió su mirada hacia el horizonte, buscando algo con lo que analizar su agudeza visual. No tardó en encontrar un cartel de alquiler de piso que estaba a una distancia considerable… y que pudo leer a la perfección. Le empezaron a temblar las piernas.
Inspira, espira, inspira, espira. La mente de Amanda pensaba a toda velocidad, intentando encontrar una razón lo suficientemente razonable como para explicar lo sucedido. Su cabeza no lograba concentrarse así que probó a imaginarse que aquello era como el concurso del 1, 2, 3, y que el presentador le acababa de pedir todas las razones por las cuales Amanda había visto algo imposible: 1, 2, 3, responda otra vez.
Había tenido un episodio de enajenación mental.
Su vista estaba cansada y necesitaba gafas (aunque la comprobación había dado resultados negativos, no había que descartar ninguna posibilidad).
Todo aquello era un sueño. ¡Sí! Una horrible pesadilla de la que pronto se despertaría. En unos segundos. En unos minutos. Amanda se pellizcó. Mierda.
Su vida no era real. Tal vez su propia existencia fuera imaginaria; tal vez ella tan sólo fuera un insignificante personaje que formaba parte de la imaginación de un ente superior, que disfrutara poniéndola en situaciones límite para observar su reacción. Tal vez…
Amanda se echó a reír. Pronto la risa se convirtió en carcajadas y rió hasta que le empezó a doler el estómago. Aún así, siguió riendo al imaginarse a sí misma inventando excusas inverosímiles para explicar algo tan sencillo: que se había estropeado la báscula.
Al fin y al cabo, era lunes, y no podía haber engordado 2 quilos en un solo fin de semana.
Aún así, necesitaba unos segundos para serenarse. O tal vez minutos, pensó tras apoyar su mano contra la pared al notar que se mareaba. ¿Cómo podía ser posible? ¿Qué había hecho ella para merecer aquello? Pero no, no era real. Ya habíamos decidido que había sido un instante de obnubilación… Tenía la vista cansada a aquellas horas de la tarde, y hacía algún tiempo que venía pensando en hacer una visita al oculista pues veía algo borroso a partir de ciertas distancias.
Sí, era eso, rió Amanda para sus adentros, ¡cómo no haberlo pensado! Así que, como para comprobar la veracidad de su teoría, se acercó con paso seguro a la ventana y dirigió su mirada hacia el horizonte, buscando algo con lo que analizar su agudeza visual. No tardó en encontrar un cartel de alquiler de piso que estaba a una distancia considerable… y que pudo leer a la perfección. Le empezaron a temblar las piernas.
Inspira, espira, inspira, espira. La mente de Amanda pensaba a toda velocidad, intentando encontrar una razón lo suficientemente razonable como para explicar lo sucedido. Su cabeza no lograba concentrarse así que probó a imaginarse que aquello era como el concurso del 1, 2, 3, y que el presentador le acababa de pedir todas las razones por las cuales Amanda había visto algo imposible: 1, 2, 3, responda otra vez.
Había tenido un episodio de enajenación mental.
Su vista estaba cansada y necesitaba gafas (aunque la comprobación había dado resultados negativos, no había que descartar ninguna posibilidad).
Todo aquello era un sueño. ¡Sí! Una horrible pesadilla de la que pronto se despertaría. En unos segundos. En unos minutos. Amanda se pellizcó. Mierda.
Su vida no era real. Tal vez su propia existencia fuera imaginaria; tal vez ella tan sólo fuera un insignificante personaje que formaba parte de la imaginación de un ente superior, que disfrutara poniéndola en situaciones límite para observar su reacción. Tal vez…
Amanda se echó a reír. Pronto la risa se convirtió en carcajadas y rió hasta que le empezó a doler el estómago. Aún así, siguió riendo al imaginarse a sí misma inventando excusas inverosímiles para explicar algo tan sencillo: que se había estropeado la báscula.
Al fin y al cabo, era lunes, y no podía haber engordado 2 quilos en un solo fin de semana.
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