jueves, 3 de enero de 2008

La primera de la clase


Cuando era pequeña iba a un colegio de monjas que había al lado de mi casa. Nunca fui una de las niñas más avanzadas de la clase, y por ello mi padre se lamentaba todas las noches cuando venía a arroparme a mi habitación. No era buena en matemáticas, decía, pero eso no importaba demasiado, pues las matemáticas era diabólicas, pero tampoco era buena en lengua, y eso sí que era algo irreprochable para una jovencita que quería llegar a ser algo en la vida. Yo no quería estar toda mi vida sin ser nada, así que estaba tremendamente disgustada.

Mi padre, que era el cura de mi colegio, me leía cada noche de un libro con una estrella muy bonita dibujada en la portada. Hablaba de un señor que vivía en el fuego, y a mí me ayudaba a dormir pues siempre he sido muy friolera. Una noche en la que él había tenido que ir al colegio a visitar a una monja joven a la que le daban una especie de sofocos yo cogí el libro y me dispuse a leer por mi cuenta para conseguir dormir.

Quería leer algo que no me hubiera leído nunca mi padre, así que lo abrí casi por el final. Allí encontré como unas instrucciones que, si las hacías bien, te permitirían hablar con el señor del fuego. Yo, que tenía mucha curiosidad por ver si estaba lleno de quemaduras, leí todo lo que ponía. Y así fue como lo conocí... Un señor muy simpático, por cierto, que desprendía un calorcillo muy agradable.

Como pronto nos hicimos amigos, acabé por contarle mi preocupación por no ser la primera de la clase. Él me compadeció y dijo que podía ayudarme, pero que yo a cambio me tenía que casar con él cuando fuera mayor. Yo acepté, porque en todos los cuentos a la princesa le eligen a su marido de pequeña, y yo quería ser una princesa y no una nada como decía mi padre.

Después de aquella noche, el señor del fuego no vino a verme más. Los meses pasaron y la monja joven de los sofocos se puso muy gorda y un día no la volví a ver más por el colegio. Mi padre dejó de leerme historias por las noches, y yo pensaba que era porque aún no había logrado ser la primera de la clase. Por ello, estaba muy enfadada con el señor del fuego porque no había cumplido su parte de la promesa. Luego pensé que quizás sería la primera de la clase cuando fuera mayor y nos casásemos, aunque para entonces yo ya no iría al colegio porque sería una princesa y las princesas no van al colegio.

Unos años después, cuando tenía 15, el señor del fuego volvió a aparecer en mi habitación. Por aquel entonces yo ya me había olvidado de nuestra promesa, y me alegré muchísimo al pensar que por fin íbamos a casarnos y yo ya no pasaría frío por las noches. Pero entones él me dijo que aquello todavía tenía que esperar, y que primero él cumpliría lo que me había prometido.

De esa manera fue como fui abducida por los extraterrestres. La verdad es que apenas me acuerdo de nada de lo que pasó, sólo de que me lo pasé muy bien y que gritaba mucho. Pero los gritos eran de alegría, de eso sí que me acuerdo. Cuando volví, la monja que era la directora entonces me mantuvo acostada durante tres días seguidos, aunque yo me encontraba perfectamente. Creo que estaba enfadada conmigo porque había perdido una flor, pero yo no recordaba haber llevado ninguna cuando estaba con los extraterrestres.

El caso es que ahora soy la primera de la clase; quizás no saque las mejores notas, pero todas mis compañeras me preguntan por mi flor y por el chico que me la robó (se ve que la directora estaba equivocada y no la había perdido). Ahora sólo me queda esperar a que llegue el día de mi boda...

No hay comentarios: