jueves, 8 de mayo de 2008

Fase II: Ira


¡Será cabrón! ¿Cómo se atreve? ¿Quién se cree que es? ¿No se suponía que hoy tenía que ser un día feliz que íbamos a pasar juntos? ¿Qué se supone que tengo que hacer yo ahora?

Bueno, antes de que siga será mejor que os ponga en antecedentes: mi novio me ha dejado. El día de nuestro segundo aniversario. Justo cuando le estaba dando su regalo. Sí, estoy de acuerdo: no se puede ser más cerdo. Aunque no me extraña; en los dos años que llevamos juntos, he podido descubrir que no es un hombre que sepa escoger demasiado bien los momentos oportunos. Perdón, llevábamos.

¿Y creéis que habéis escuchado lo peor? ¡Pues no! Y es esto: ¡ha sido por otra! Vale, seguramente sea bastante predecible, pero vosotros no la habéis visto… ¡Ni siquiera tiene un buen polvo! Después de tanto tiempo juntos; después de todos esos momentos especiales, de que me dijera mil y una veces todo lo que me quería y me necesitaba. Después de hacer planes de futuro, de hablar de los hijos que tendríamos, de imaginarnos cuidando de nuestros nietos. ¡¿Cómo puede haber sido tan cabrón?!

Y lo peor es cuando me los imagino a los dos juntitos y acaramelados… Entonces siento un nudo en el estómago que me va subiendo hasta la garganta y que lucha por salir por mi boca ahogado en un mar de gritos. Me siento abandonada, despechada, humillada, con el autoestima por los suelos y la vulnerabilidad a niveles máximos. Tengo ganas de devolverle todo el daño que me ha hecho multiplicado por mil; de insultarle, de decirle que estoy mejor sin él, que ya no tendré que encontrarme sus calzoncillos sucios tirados por todas partes, ni soportarle cuando pierde su estúpido equipo de fútbol, ni fingir que me interesa cuando me habla de cualquier aparato motorizado. ¡Ja!

Ahora podré hacer todo lo que quiera sin dar explicaciones a nadie, y tendré el baño (bueno, y el resto del piso) para mí sola, y podré hacer fiestas y salir todas las semanas… ¡Y conocer otros hombres! Me muero por encontrar a un atractivo desconocido con el que pasar una noche de pasión desenfrenada. Seguro que disfrutaré del sexo como nunca. Ya nunca más tendré que fingir un orgasmo. ¡Ja!

Porque, seamos sinceras: ¿para qué lo necesito? Porque además de cerdo y cabrón, tenía muchísimos más defectos. Me siento liberada. No dependo de nadie. Y menos de ese gilipollas. La verdad, no sé como he podido malgastar dos años de mi vida con él… ¡Es insoportable! Es que no quiero verlo nunca más. Anda y que se quede con su nueva zorra y que se olvide de mí. Y yo esta noche voy a salir, sí señor. Ahora mismo voy a depilarme y a mirar si tengo ropa interior decente limpia y… Oh, llaman al teléfono… ¡¿Será él?!

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