Muchas veces pienso en aquella noche y me digo a mí misma que tendría que haber notado que algo raro estaba pasando. Que tendría que haber hecho más caso a las palabras de mi amiga, aunque en aquel momento no supiera lo que significaban. Que tendría que haber relacionado una cosa con la otra, y haberme largado a la primera oportunidad. Pero sé que mi sentido común estaba totalmente sepultado bajo un enjambre de hormonas que rezumaban por todos los poros de mi piel, y que nada podría haber hecho para evitar lo que ya era inevitable.
Aunque, realmente, lo único que podría haberme prevenido de lo que iba a pasar fueron sus preguntas mientras íbamos de camino a su casa. No sé cómo llegamos hasta ahí, pero el caso es que acabamos hablando sobre el futuro y la familia, y él se interesó especialmente en si yo había pensado en, algún día, formar una. A pesar de que la pregunta me pareciera un tanto extraña para tratarse de una conversación pre-polvo-sin-compromiso, hice caso omiso a mis sospechas y pensé que (¡por fin!) había topado con un hombre maduro que buscaba una relación seria. Luego recordé que, según mi amiga, era un Padre, y pensé que quizás eso significaba sencillamente que quería formar una familia en el futuro.
De todas formas, no pude pensar en ello mucho más, pues al salir del coche nos abalanzamos el uno sobre el otro y todos mis pensamientos se perdieron en el océano de pasión que inundó cada rincón de mi cuerpo.
No voy a decir que nos pasáramos toda la noche follando como unos adolescentes calenturientos, ni que el único polvo que echamos fuera el mejor de mi vida. Pero, aún así, no estuvo nada mal y sirvió para calmar en gran medida el fuego que me quemaba por dentro. Pero aquí se acabó lo bueno ya que, poco después de acabar y cuando nuestras respiraciones volvieron a su ritmo normal, él comenzó a vestirse y, despreocupadamente, me lanzó una pregunta que me dejó perpleja: ¿cuándo fue la última vez que te bajó la regla? Lo dijo así, bruscamente, y en lo primero que pensé fue en mi ginecólogo preguntándome eso mismo mientras hurgaba entre mis piernas. Algo turbada, le contesté que hacía unas dos semanas y él asintió, esbozando una sonrisa que no serenó la inquietud que había empezado a apoderarse de mi cuerpo. Le observé mientras acababa de vestirse, y después se acercó a mí y me dijo que esperaba verme pronto. Me besó y se fue.
Yo me quedé unos minutos tal como estaba, todavía sin entender nada. ¿Por qué se iba de su propio piso? ¿Y por qué me dejaba allí? ¿Tenía acaso que quedarme y esperarle? Hecha un mar de dudas, me vestí también y curioseé un poco las demás habitaciones, mientras pensaba en si me iba a quedar a esperarle o no. Pero aquello no hizo más que aumentar mi intranquilidad ya que, a parte de la habitación en la que habíamos estado, aquel piso estaba apenas amueblado y no había ningún objeto personal por ninguna parte. Abrí los pocos armarios y cajones y comprobé con horror que estaban vacíos, así que decidí largarme de allí en cuanto antes.
Pero al posar la mano sobre el pomo de la puerta principal supe, antes incluso de girarlo, que ésta iba a estar cerrada con llave. Y no me equivocaba. La forcé sin éxito y luego lo intenté también con las ventanas, que estaban atrancadas. Pensé en romper el cristal, pero aunque hubiera encontrado algún objeto suficientemente contundente como para hacerlo, estaba en un decimoquinto piso. ¿Qué iba a hacer?
Han pasado ya tres años de todo aquello pero aún puedo sentir el miedo y la desesperación que me acompañaban en aquellos angustiosos momentos. Ahora sé que aquel piso es uno de los muchos picaderos a donde los Padres llevan a sus nuevas conquistas. Después del coito, éstas son trasladadas a una Unidad de Observación, donde pasan unos días bajo vigilancia para que no puedan herirse a sí mismas o a sus compañeras. Las que dan positivo en el test de embarazo son de nuevo trasladadas a un Centro de Crianza, su nuevo hogar para el resto de sus vidas. A las pocas que no quedan encintas se las deja marchar.
Yo no fui de estas últimas, sino que quedé embarazada y nueve meses después me convertí en una Madre. Aquí me han hecho ver que soy muy afortunada ya que, a pesar de no poder salir ni saber nada del mundo exterior, las otras Madres son toda la familia que necesito y junto a ellas soy uno de los motores que hacen crecer este bello país. Ahora no entiendo la angustia que sentí en mis primeros días aquí, pues vivo tranquilamente cuidando de mis dos niñas y esperando a que, una vez al año, un Padre venga a satisfacer mis ansias de sexo. Aunque, en los segundos inmediatamente anteriores al orgasmo, siempre me pregunte si ahí fuera no habrá algo más…
Aunque, realmente, lo único que podría haberme prevenido de lo que iba a pasar fueron sus preguntas mientras íbamos de camino a su casa. No sé cómo llegamos hasta ahí, pero el caso es que acabamos hablando sobre el futuro y la familia, y él se interesó especialmente en si yo había pensado en, algún día, formar una. A pesar de que la pregunta me pareciera un tanto extraña para tratarse de una conversación pre-polvo-sin-compromiso, hice caso omiso a mis sospechas y pensé que (¡por fin!) había topado con un hombre maduro que buscaba una relación seria. Luego recordé que, según mi amiga, era un Padre, y pensé que quizás eso significaba sencillamente que quería formar una familia en el futuro.
De todas formas, no pude pensar en ello mucho más, pues al salir del coche nos abalanzamos el uno sobre el otro y todos mis pensamientos se perdieron en el océano de pasión que inundó cada rincón de mi cuerpo.
No voy a decir que nos pasáramos toda la noche follando como unos adolescentes calenturientos, ni que el único polvo que echamos fuera el mejor de mi vida. Pero, aún así, no estuvo nada mal y sirvió para calmar en gran medida el fuego que me quemaba por dentro. Pero aquí se acabó lo bueno ya que, poco después de acabar y cuando nuestras respiraciones volvieron a su ritmo normal, él comenzó a vestirse y, despreocupadamente, me lanzó una pregunta que me dejó perpleja: ¿cuándo fue la última vez que te bajó la regla? Lo dijo así, bruscamente, y en lo primero que pensé fue en mi ginecólogo preguntándome eso mismo mientras hurgaba entre mis piernas. Algo turbada, le contesté que hacía unas dos semanas y él asintió, esbozando una sonrisa que no serenó la inquietud que había empezado a apoderarse de mi cuerpo. Le observé mientras acababa de vestirse, y después se acercó a mí y me dijo que esperaba verme pronto. Me besó y se fue.
Yo me quedé unos minutos tal como estaba, todavía sin entender nada. ¿Por qué se iba de su propio piso? ¿Y por qué me dejaba allí? ¿Tenía acaso que quedarme y esperarle? Hecha un mar de dudas, me vestí también y curioseé un poco las demás habitaciones, mientras pensaba en si me iba a quedar a esperarle o no. Pero aquello no hizo más que aumentar mi intranquilidad ya que, a parte de la habitación en la que habíamos estado, aquel piso estaba apenas amueblado y no había ningún objeto personal por ninguna parte. Abrí los pocos armarios y cajones y comprobé con horror que estaban vacíos, así que decidí largarme de allí en cuanto antes.
Pero al posar la mano sobre el pomo de la puerta principal supe, antes incluso de girarlo, que ésta iba a estar cerrada con llave. Y no me equivocaba. La forcé sin éxito y luego lo intenté también con las ventanas, que estaban atrancadas. Pensé en romper el cristal, pero aunque hubiera encontrado algún objeto suficientemente contundente como para hacerlo, estaba en un decimoquinto piso. ¿Qué iba a hacer?
Han pasado ya tres años de todo aquello pero aún puedo sentir el miedo y la desesperación que me acompañaban en aquellos angustiosos momentos. Ahora sé que aquel piso es uno de los muchos picaderos a donde los Padres llevan a sus nuevas conquistas. Después del coito, éstas son trasladadas a una Unidad de Observación, donde pasan unos días bajo vigilancia para que no puedan herirse a sí mismas o a sus compañeras. Las que dan positivo en el test de embarazo son de nuevo trasladadas a un Centro de Crianza, su nuevo hogar para el resto de sus vidas. A las pocas que no quedan encintas se las deja marchar.
Yo no fui de estas últimas, sino que quedé embarazada y nueve meses después me convertí en una Madre. Aquí me han hecho ver que soy muy afortunada ya que, a pesar de no poder salir ni saber nada del mundo exterior, las otras Madres son toda la familia que necesito y junto a ellas soy uno de los motores que hacen crecer este bello país. Ahora no entiendo la angustia que sentí en mis primeros días aquí, pues vivo tranquilamente cuidando de mis dos niñas y esperando a que, una vez al año, un Padre venga a satisfacer mis ansias de sexo. Aunque, en los segundos inmediatamente anteriores al orgasmo, siempre me pregunte si ahí fuera no habrá algo más…
4 comentarios:
Me parece muy buena entrada. Enhorabuena! Por un momento...me ha parecido una pelicula de ciencia ficción...
Me he quedado sin palabras. ¡Increíble! Tienes mucho talento, de verdad, tú sí debes publicar libros (no como otr@s). ¡Sí, señor!
Muchos besos.
espectacular.
Te voy a seguir...
¡Fantástico texto! en todos los sentidos. Me ha encantado y siento haberme perdido la oportunidad de haber ido leyendo cada parte por separado, deseando la siguiente (he leído las cinco del tirón), como en las antiguas novelas por entregas.
Muy bueno, de verdad, muy bueno.
Un abrazo.
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